14.7.10


Ohio Players, Jass-Ay-Lay-Dee [foto de contraportada]



DISCOS HERMANADOS
por Miguel Gómez Losada


BAR-KAYS, FLYING HIGH ON YOUR LOVE (1977)
OHIO PLAYERS, JASS-AY-LAY-DEE (1978)




Aparecido originalmente en la edición en papel de la Revista ENLACEFUNK Nº33

Quiero hablar de FUNK ESPAÑOL. Este verano [2009] he tenido el placer de asistir a Imágina Funk y a Enclave de Agua, que son los dos festivales de música negra de España. En el primero, el subtítulo es Festival Funk del Sur de España, y del segundo, Festival de Música Afroamericana. España está de enhorabuena por ello, y al igual que está asumido el sintagma Pop español, ya se puede hablar de Funk español.



Tenemos festivales. Complacido me dio la impresión de que la dominante de los grupos programados –excepto P-Theory y The Black Evolution Experiencia, de tradición y aspiración P-Funk respectivamente- seguía el rastro de los Rare Groves de Blue Note. En concreto de las formaciones tan populares en 1969 con el Hammond como protagonista sobre el conocido “beat” de James Brown: las de Richard Groove Holmes, Lonnie Smith o Reuben Wilson, hibridando este concepto rítmico con la vertiente instrumental, progresiva e hipnótica del Afrobeat.



Me pareció que la música negra que gusta a los directores artísticos de estos festivales sobrevuela el año1969. Y aunque este ejercicio de -raíz- es un comienzo inmejorable, no puedo disimular mi deseo de que esto sea sólo un punto de partida, y que las bandas españolas y quienes programan, incorporen a este bagaje la herencia de los grandes grupos que maduraron después, cogiendo así su relevo: Sly (1971-1975), Earth, Wind & Fire, Ohio Players, Kool & The Gang (1969-1976), la nación P-Funk, Pleasure; y luego Maze, Cameo, Gap Band, Zapp, y Prince, seguidos de D´angelo o Roy Hargrove por ejemplo, y que gracias a ellos, el Funk -con el Jazz dentro- alcanzó el cénit.


Incentivar hoy desde cualquier programación esta línea de gran Funk, es garantizar para mañana la diversidad en las propuestas (además de alinear históricamente al HipHop español con su raíz afroamericana), y esto no solo es bueno para el FUNK ESPAÑOL, sino para la cultura en general.

Después de sufrir durante años oír que Jamiroquai, Lenny Kravitz y Red Hot Chili Peppers hacían Funk, sin que nadie mencionara a Stevie Wonder, Betty Davis o Funkadelic; padecer en los bares de diseño del 92 “estilo cafetería del AVE” esa música previsible llamada Acidjazz; y que el órgano Hammond recordara a los pasajes instrumentales de The Doors antes que a Jimmy Smith, estos dos festivales españoles me han dado un júbilo inmenso que me propulsa a seguir predicando el FUNK y a sostener que España (digo “España” sin complejo, y sin eufemismos ya superados como “este país”), es una potencia cultural.

Pero hay un asunto que me preocupa: en España, la modernidad siempre ha sido muy británica, de apariencia Mod, Punk, Pop, Rock, etc; y ahora que el Funk ya no es algo desfasado sino que empieza a estar bien visto por la progresía, corremos el riesgo de que se rockerice en sus modos escénicos siguiendo nuestra propia inercia de indolencia en el discurso artístico, que es cosa habitual tanto en los directos como en los videoclips: Teatralizar la convalecencia o la salud débil elevándola a categoría estética; quejarse porque somos víctimas del sistema; y renunciar a todo porque ya no importa nada. Y esta actitud no tiene por qué restar calidad a las canciones (personalmente detesto esa postura nihilista que apologiza la desgana), pero sí que estas maneras pudieran dejar fuera lo que objetivamente es la esencia del Funk.



Es buen momento para recordar que el Funk nació como una respuesta social, cuando los negros, básicamente, se cansaron de estar sometidos por ser negros. Se podría decir que el Funk fue la consecuencia cultural de una necesidad imperiosa por cambiar las cosas. De esa lucha por LA LIBERTAD, al Funk le salieron músculos, y al irla logrando le dio alegría; por eso escuchar Funk da ganas de vivir. Esto derivó en unos modos extrovertidos, un derroche de confianza donde la fantasía era la protagonista; la alegría explícita, lo normal; vivir encarnecidamente, un derecho; y optimizar el dolor, un homenaje a los que dieron su vida en la conquista de la dignidad.
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Bar - Kays, Flying high on your love
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Funk también significa creer en Dios como máxima de agradecimiento, pudiendo hacer a veces un binomio natural con el hedonismo y la sexualidad divertida (creer en Dios es sobretodo amar la vida). Desde entonces el Funk es la música del amor explícito, de la esperanza, y de la felicidad como aspiración. Si miramos las portadas de los grandes discos de Funk encontraremos mucho sentido del humor, risa sin reservas, lentejuelas, trajes espaciales, sombreros tejanos (Gap Band); también sombrero cordobés (Lenny White); pañales de bebé (Gary Shider); atuendos a la manera de Robin Hood, piratas, cowboys (Lakeside), taparrabos (Blowfly); Indios, faraones egipcios, etc; que no era sino una reafirmación de la libertad de la cultura afroamericana mediante la alegría y la imaginación.


Y ahora quiero hacer una pregunta a la progresía -aludiendo a la permisividad que la caracteriza hacia otras formas de ser-.


¿Caeremos en España en la tentación de descalificar esta actitud intrínseca al sonido Funk y desplazarla por hortera? Ya no por favor, otra vez más, no, por favor. Vale que el FUNK tenga una apariencia britanizante en España, de acuerdo, pero si es normal el flequillo a ras de la mirada, las gafas de pasta, la barba comunista de la transición española, los nikis “Fred Perry”, el gesto desmotivado y la delgadez extrema; entonces, las cazadoras con mangas de flecos “Daniel Boone”, las camisas de leopardo, las cadenas de oro rebotando en los pectorales, los zapatos abrillantados con Canford, la cara bien afeitada y la sonrisa solar, también.

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Y para ilustrar esta defensa del FUNK, propongo dos discos hermanados calientes, jugosos y crujientes como los jabalíes asados que devoraba Obélix en los banquetes finales de todas sus aventuras: BAR-KAYS, FLYING HIGH ON YOUR LOVE (1977) y OHIO PLAYERS, JASS-AY-LAY-DEE (1978); los dos del sello Mercury.
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Muchos conocen a Bar-Kays por haber sido la banda de Otis Redding y por su éxito de 1967 Soul Finger. Diez años después grabaron este alegato sin complejos del amor.


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Bar-Kays, Flying high on your love [foto de contraportada]


En la contraportada aparecen ellos fascinados mirando una hada negra que cruza el cielo -metáfora visual del título-. Sus rostros tienen actitud de creer lo que están viendo, convencidos de que el amor rige el mundo y da sentido a la existencia, y justo por ello es inútil cualquier disimulo en la expresión afectiva. En la portada escenifican con los brazos una bandada de pájaros, aludiendo de nuevo al álbum pero riendo en clave Let´s have some fun, uno de los cinco temas bailables y pinchables del disco. El sonido Bar-Kays de final de los 70 está a medio camino entre Commodores y Ohio Players, que junto con Cameo formarían ese funk vocal cuyos fraseos acaban en “aow”, “ueaw”, y weau”, a modo de rugido de felino cuando marca territorio o se aparea. Shut the funk up y Whatever it is te harán bailar sin remedio, Attitudes recordar un antiguo amor: un abrazo de noche, en el banco de un parque iluminado por farolas salteadas, con el sonido lejano y adormecedor de los coches por la avenida. You can´t run away te saca de la nostalgia emplazándote al porvenir, con la mirada esperanzada de aquellos navegantes que soñaban Ítacas siguiendo el vuelo de los albatros (esta imagen es para ti, mi querido Pedro García). La canción que da título al álbum cierra la cara B, y tiene un recuerdo de aroma a Devotion de Earth, Wind & Fire. Es una composición templada que evoca el fin del verano, donde la sección de vientos parece el idioma cálido del sol, apoyando el estribillo I´m flying high on your love, in the sky, repitiéndose hasta la emoción.





Ohio Players, Jass-Ay-Lay-Dee



Después de este disco –primer bocado de Obélix-, viene el segundo bocado, más sabroso si cabe, jugoso, y con múltiples registros en el mapa gustativo: JASS-AY-LAY-DEE de Ohio Players. Mi favorito del grupo sin duda. Parece que los pinchadiscos de Funk sólo ponen Funky Worm (1972) porque contiene el fraseo de teclado casi arabeizante que hizo eco en Ice Cube y Dr. Dre, convirtiéndose en el ingrediente mágico para lograr la atmósfera misteriosa de sus discos. Ohio Players es un grupo que se puede pinchar, y se debería pinchar antes que US3 por ejemplo, sobretodo cuando el subtítulo de un festival sea la palabra FUNK, porque Ohio Players, junto a Parliament/Funkadelic y Earth, Wind & Fire, son las bandas gordas, gordas, gordas, de FUNK; y si queremos propagar esta forma de vida en España, y compartir esta música con la gente que no ha tenido oportunidad de llegar hasta el Funk, Ohio Players y las bandas mencionadas en este artículo, no se nos pueden olvidar. Propongo dos tajadas de carne musculada, sin hueso, para masticar con enjundia: Funk –o-nots, y Shoot yer shot. Esta última es un medio tiempo con handclaps, y tiene tanta, tanta, tanta potencia, que si fuera carne de cerdo, no sería de cerdo rosa, sino de cerdo negro, un cerdo gordo y negro, casi jabalí.

Agradecimiento público para César Merino -Imágina Funk-; a Alfredo y Pitu -En clave de Agua-; a la gente de Maderfaker, por su amabilidad Funk en el stand de los dos festivales; y a Julián Maeso y su Hammond, por las intros emocionantes previas a los grupos. Y una sonrisa escrita para Miguel A. Sutil, por ser a la vez viento a favor y faro de Alejandría para el Funk español.